sábado, 24 de marzo de 2012

GROOMING

 
(Artículo que aparece en El Día de Toledo, el 25 de marzo).
El teatro contemporáneo, en fondo y forma, ha tomado cuerpo en el Rojas. La fuerza del texto de Paco Bezerra, la dirección de uno de los grandes, José Luis Gómez, la producción funcional, simbólica y precisa de La Abadía, y la interpretación equilibrada y magistral de Nausicaa Bonnín y Antonio de la Torre, han señalado hechos que pasan en el sistema de relaciones de la sociedad en que vivimos: los fenómenos del “grooming” y las parafilias. El hiperrealismo (presentación de la realidad con absoluta fidelidad y objetividad) de palabras y de actos de esta obra nos ofrece una historia que nos conduce a la reflexión, sobre el acoso cibernético (por Internet) a menores (grooming) y sobre  ese patrón de comportamiento sexual (parafilia) que no encuentra el placer en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña.
            Los temas candentes que afectan a los hombres y mujeres de hoy, especialmente a los jóvenes, retratan teatralmente, con algún matiz expresionista de más, la parte enferma de una sociedad decadente que subvierte los valores, que genera frustración y dependencia y propicia relaciones de poder y sumisión, basadas en el uso adictivo, manipulador y fraudulento –y más extendido de lo que podemos creer- de las tecnologías de la información y la comunicación y, más en concreto, de las redes sociales.
Paco Bezerra, autor muy joven pero suficientemente reconocido ya con acreditados premios, no se queda en la simple descripción de un hecho, que pudiera ser una noticia de sucesos de un periódico de un día cualquiera, sino que va más allá –eso es el teatro- y da una “vuelta de tuerca” a este garrote vil de la vida y el acosador recibe de su misma medicina y es acosado, es como el “alguacil alguacilado” de los clásicos llevado al mundo de hoy. Convertir a la víctima en verdugo es la lección de esta puesta en escena, en la que sobre el texto se desliza con toda naturalidad la maestría teatral de José Luis Gómez. El autor conoce muy bien el lenguaje, las costumbres y los rituales de estos nuevos medios de comunicación y pertenece a la generación que habla de la sexualidad por ordenador y escribe de sexo en un teclado.
Grooming quizá no sea teatro para enseñar deleitando, pero sí para enseñar reflexionando, algo que no es menos importante. En realidad, la historia que se representa adquiere un valor metafórico sobre la perversión de la comunicación, los perfiles falsos y el acoso psicológico, sobre el chantaje real y sobre las relaciones de poder, aplicable a cualquier contexto, aunque el dramaturgo –que no es un autor “rural”, como lo definieron algunos críticos por sus obras primerizas- haya elegido aquí el muy actual tema de las redes sociales y su influencia en las personas más vulnerables, los menores.
El espectáculo, con un diálogo sostenido de poco más de una hora, es redondo y equilibrado; no sobra ni falta nada. El simbólico conejo de Alicia en el país de las maravillas o la propia Alicia cayendo en el pozo son símbolos que ayudan a extrapolar la realidad que se representa. Los actores saben muy bien lo que hacen con un texto traicionero y nada fácil, en el que hay que pasar de lobo a cordero y viceversa sin solución de continuidad. Y los espectadores nos mantenemos a la expectativa esperando qué va a pasar ante las sorpresas que nos depara el hilo de la peripecia. En suma, teatro necesario, y un acierto más en la programación del Rojas.

domingo, 11 de marzo de 2012

Don Quijote y la lectura

 
Pocos libros nos incitan tanto a leer como el Quijote. La lectura es la principal ocupación del caballero, que, por cierto, no está tan loco, pues razona con extraordinaria cordura. Alonso Quijano antes de convertirse en don Quijote no ha hecho otra cosa que andar de caza con su fiel galgo corredor y leer, durante las tardes y las noches, libros y libros. En el silencio, la quietud y la soledad de su casa, “él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio”.
    En ese aliento vital –sístole y diástole- que ve alternarse lo cerrado y lo abierto, la casa en la aldea y el campo, la noche y el día, la imaginación y la realidad, se cifra la existencia de don Quijote, de Alonso Quijano, al inicio de la novela. Luego vendrán las salidas, las andanzas, los amores utópicos, los gigantes y los molinos, la derrota en la playa de Barcelona y la razón. Pero siempre, a lo largo de toda la obra se habla de leer, de la importancia de la lectura como vía de conocimiento, junto con el viaje, porque “el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho”.
    La lectura tiene su tiempo, esa es la lección que nos enseña y que debemos tener en cuenta, la lectura no es algo añadido que se sobrepone a otras acciones, no, la lectura tiene que tener su tiempo determinado, como lo tienen las otras ocupaciones, y, si no es así, las palabras son zarandajas y estupideces. Hermosa y actual lección la de Cervantes. A leer se aprende leyendo. El amor a la lectura se siente leyendo. El hábito de la lectura se logra leyendo. Y leer requiere un tiempo específico, continuado y bien dirigido por personas expertas y responsables.
    Para Alonso Quijano las horas transcurridas entre libros y libros son un viaje de la mente, de la imaginación que recorre sobre las alas de la lectura empática espacios y tiempos infinitamente más vastos, más variados y más grandes de los que sus ojos abarcan en el horizonte de su aldea. La lectura en sí es ya una aventura. Leer o no leer, saber leer o no saber leer, esa es la cuestión.

LECTURA EN VOZ ALTA

Reconozco que soy deudor de Antonio Battro y que sus ideas y sus artículos me llaman la atención. Él piensa lo que sigue en estos párrafos y yo me sumo a ello con la convicción del converso.
    Durante siglos la práctica de la lectura se hacía en voz alta y se desaconsejaba -o se prohibía- la lectura silenciosa. Esta ejercitación, felizmente, se mantiene en las escuelas de teatro y en algunas instituciones monásticas de Occidente y de Oriente, donde la función del "lector" sigue siendo muy importante. Mientras tanto, en nuestras escuelas ese tipo de lectura ha ido disminuyendo en la práctica corriente.
    Seguramente asistiremos en poco tiempo a una vuelta a la lectura en voz alta en las aulas. Esto se debe a los hallazgos recientes sobre su efecto beneficioso sobre el cerebro. Se ha descubierto en la Universidad Tohoku, de Japón (Learning Therapy, Kawashima y otros, 2003), que existen diferencias significativas en la corteza cerebral entre la lectura silenciosa y la lectura en voz alta, que produce mayor activación en ambos hemisferios cerebrales. Las nuevas tecnologías portátiles de imágenes cerebrales, como la topografía óptica, permiten realizar observaciones en la propia escuela. Ello puede tener aplicaciones en la educación de niños con problemas de lectoescritura.
    Cada día comprendemos mejor la organización de los circuitos de neuronas que se ponen en funcionamiento durante la lectura. Las letras se reconocen esencialmente en la corteza visual, independientemente de su tamaño y tipografía; luego, las palabras se van recorriendo gracias a movimientos de los ojos muy precisos, controlados por una zona restringida de la corteza motora. Al mismo tiempo intervienen varias áreas en ambos hemisferios dedicadas a procesar el significado, a memorizar lo que se ha leído, a asociar los contenidos de esta lectura con otras. Y todo en centésimas de segundos. Cuando leemos en una segunda lengua, en general utilizamos mayor cantidad de neuronas y de conexiones. También es interesante comparar la lectura de textos con la de una partitura musical. En este caso el equivalente de leer en alta voz, es simplemente usar el teclado del piano. Con la ejercitación en la lectura musical se produce una "traducción" automática de las notas distribuidas en el pentagrama al control motor de los dedos. En ambos casos asistimos al mismo prodigio de la cultura "encarnada" en nuestro cerebro.
    Leer en voz alta nos ayuda a comprender la frase en su totalidad y nos facilita la labor de expresión de un pensamiento completo, no fragmentado. Por todo ello, quizá fuera conveniente, especialmente con las personas que estás aprendiendo a leer, volver con fuerza a este ejercicio de leer para que otros nos escuchen.

La Familia de Pascual Duarte en teatro

Subo al blog el texto que he enviado a El Día de Toledo tras la representación que ha tenido lugar el 9/03/2012.

La Familia de Pascual Duarte dista mucho de ser la mejor novela de Camilo José Cela. Presenta una fachada aparatosa de violencias estructurales, sociales y familiares, comprimidas en un espacio rural, pero este “picadillo” de violencias se sirve como si fueran tajadas trascendentales de la realidad. Creo que la versión teatral de la novela, llevada a cabo por Tomás Gayo, logra trascender el tiempo de un texto que tiene ya setenta años, que no es en sí teatro, y que está escrito en unas circunstancias específicas (la postguerra civil) y para unos lectores muy diferentes a los de hoy. Salvar tantas simas tiene riesgo, pero puedo afirmar, si la opinión del público es autoridad suficiente, que a la salida del Rojas mucha gente me dijo que la obra le había gustado.
Escribió Gregorio Marañón en el prólogo de la novela sobre la dimensión psicopatológica del protagonista que “Pascual Duarte es una buena persona y que su tragedia es –y por eso es tragedia sobrehumana- la de un infeliz que casi no tiene más remedio que ser, una y otra vez, criminal”.  El personaje que lleva el peso de la novela y que monologa constantemente en la adaptación teatral –aunque se haya pretendido huir de este monologuismo para dar entrada a los otros personajes y equilibrar lo teatral con lo narrativo- se presenta como un modelo de conductas; un modelo para no imitarlo, sino para huirlo. Y, aunque Miguel Hermoso logra humanizar a Pascual y hacernos creer que es el “fatum” lo que guía al desastre la vida del personaje, sin embargo yo sigo apreciando en él la violencia primitiva e instintiva, la criatura angustiada y la esencia de un personaje literario compuesto tras una guerra civil que ha dejado muchas familias rotas, sumidas en desgracias y discordias y en la ruina moral, económica y social. Creo que es perfectamente asumible que la historia se nos muestre en su versión teatral como un tratamiento ontológico y no ético de la vida, donde hay más preocupación por profundizar en la enjundia de las cosas que en la búsqueda de sus causas.
Tomás Gayo en la adaptación y Gerardo Malla en la dirección han atenuado en esta versión para el teatro el rusticismo primitivo, la tendencia a la fealdad y la deformidad (muy claras en los personajes de la madre y “El estirao”) y la violencia trágica que desprende la novela, salvo algunos detalle escenográficos, como la presencia del garrote vil en la última escena. Es como si tuviera en el espejo la imagen lorquina de “Bodas de sangre”, pero sin esa pasión teatral, sin ese ritmo, que Lorca imprime, y sin esos sentimientos universales que trascienden en el teatro lorquiano el espacio, el tiempo y el contexto.
La historia que cuenta Gayo es más poderosa que las emociones que transmite. La buena dirección de Malla se asienta en el excelente elenco de actores y actrices que llevan a buen puerto un trabajo nada fácil, bien asentado en el protagonista, Miguel Hermoso, y bien equilibrado en los personajes secundarios, sirva como ejemplo sobresaliente de la madre, que interpreta Lola Casamayor. Si bien el peso narrativo sigue siendo muy fuerte en comparación con el dramático, la función salva con creces los parámetros del buen teatro que mantiene en vilo al público.
Valoro como positiva esta apuesta teatral arriesgada que nos acerca al oído las palabras de un texto que fue muy leído, obligatoriamente, en los centros de enseñanza media hace ya unos años. Es un verdadero contraste con lo que ofrece la cartelera teatral de España, incluso con el conjunto de obras programadas en el “Ciclo de Teatro Contemporáneo” del Rojas.
El teatro, nos guste o no la obra, siempre nos aporta algo: reflexión y cultura. También diversión y entretenimiento. El Rojas es un ejemplo vivo de esa lucha por preservar la cultura siempre y muy especialmente en momentos de crisis. Desde aquí, en nombre de la buena gente, que es la mayoría, aplaudo y se lo agradezco.

viernes, 2 de marzo de 2012

El tiempo


Ocupamos el tiempo y el tiempo nos ocupa. El uso del tiempo a veces hasta nos preocupa. Hay razones para ocuparse y preocuparse del tiempo. Para nuestra sociedad el tiempo es dinero. ¡Ah!, si el tiempo fuera emociones o sentimientos... Vil metal; por eso solemos organizar nuestro tiempo de la misma forma que administramos el dinero: lo medimos, lo contamos, lo calculamos, lo sumamos, lo restamos, lo dividimos, lo invertimos... Hay quienes, incluso, hacen un balance de su pasado, quienes ahorrar tiempo en el presente y quienes buscan una fórmula para capitalizar tiempo en el futuro. Pero, my God, el tiempo... no es dinero. 

Decimos que la hora de un psicólogo vale cincuenta euros, la de un empleado de banca vale treinta, la de un profesor vale cinco, o la de un abogado mil. Pero... ¿cuánto vale la hora de un amigo? ¿Cuánto la de un padre junto a su hijo? ¿Cuál es el valor de la hora para un enfermo ? ¿Y para dos amantes? En realidad, no podemos medir ni calcular numéricamente cuánto vale el tiempo. Porque es cada persona, cada circunstancia la que da su valor a los instantes. Demos sentido al tiempo.