miércoles, 1 de marzo de 2017

Frágil equilibrio, mucho más que un Goya

Frágil equilibrio, la película documental que ha logado levantar Guillermo García López contra viento y marea, ha ganado el Goya en su categoría. Si todos los premios tienen su parte de objetivo merecimiento, este suma el aporte del entusiasmo, el atrevimiento y el trabajo con escasez de medios del director y su equipo. (El documental se ha financiado en buena medida a través de una campaña de crowdfunding). Y aún me atrevería a decir que otro aporte importante es que, con este producto cinematográfico-documental, se hace visible la ética en la vida y en la industria. Por supuesto que el de Guillermo García López no tiene el glamur de los grandes montajes bien promocionados, pero eso ¡qué importa! Hemos sido nosotros, los que hemos tenido la suerte de ver su obra, quienes hemos ido contando su excelencia; y entre todos hemos logrado que su exhibición no durase solo unos días, sino que lleve meses en pantalla. Pero el Goya no se da por la emoción y el entusiasmo que el director pone, sino por el buen trabajo que ha realizado.

Frágil equilibrio nos muestra el universo de la gente en tres perspectivas y tres áreas geográficas diferentes, con el eje vertebrador de la conversación con el dirigente político más genuino y con más conciencia de ser pueblo y de gobernar para el pueblo, sin perder de vista el conjunto del planeta, el expresidente de Uruguay, José Mujica. La entrevista, que surge a retazos entre las tres historias que se cuentan, revela el discurso de una persona con una cosmovisión asentada en la ética y la equidad y un antropocentrismo humanista que no descuida para nada la importancia de la madre naturaleza, la “mama tierra”.
     Ahí está una de las realidades, la de los subsaharianos en el monte Gurugú, símbolo de todos los inmigrantes a los que se les pone fronteras, que intentan saltar la valla de Melilla; todos buscan un mundo con mejores posibilidades, es decir lo que todos los seres humanos hemos hecho siempre: luchar por una vida mejor para nuestras familias, nuestros hijos y nosotros mismos.
     Luego vienen los desahuciados. Se nos presenta una historia en Madrid. En  el primer mundo también hay un Sur, en el que habitan quienes han sido destrozados por la crisis. Ahí está el fraude hipotecario, la especulación del mercado inmobiliario, quien ha perdido un empleo o la casa, o la familia o la vida entera. Ahí está la contradicción entre la riqueza y la pobreza y el mundo que manipula sin alma y sin contemplar la vida de las personas.
    El tercer documento, rodado en Tokio, también tiene su crudeza. En él se nos descubre el vacío existencial de quien obtiene cosas y no sabe para qué. ¿Qué pasa cuando la cultura de una sociedad valora más el trabajo que la vida? ¿Qué pasa cuando la sociedad nos dice que nuestra posición está basada en nuestro salario y lo que con el dinero podemos poseer? Ahí encontramos a los "salaryman" de Japón, personas aún jóvenes que trabajan horas y horas, días y días, semanas y semanas, meses y meses, años y años y que terminan por descubre la dura verdad de que nunca es suficiente y que lo que se tiene no se goza porque ni tiempo hay para hacerlo. No es nada bueno un mundo que valora más la riqueza que la vida y que te hace perder la identidad como persona.
     Los tres documentos, por muy realistas que sean, no se quedan en su singular historia, sino que Guillermo García López ha querido tejer un relato coherente y que estos testimonios tan personales sean como un espejo en el que se nos muestra la imagen del ser humano, al margen de su etnia, cultura o situación social.
     Que nadie busque demagogias o lecturas interesadas en la articulación del mensaje de Frágil equilibrio; no las hay, por más que haya momentos de crudeza; la vida es así. El autor del documental demuestra pensamiento libre y expresión sin ataduras.
     Excelente, en suma, la película Frágil equilibrio. Quien aún no haya ido al cine a ver la cinta que vaya a verla. También puede verse en las plataformas on line.

     No sé si sacarle moraleja al largometraje documental. Cada espectador que saque la suya. Si vale para alguien, ahí quedan estas palabras de Mujica como ilustración de lo que debiera ser nuestro mundo y el fondo positivo de las gentes que lo habitan: "El verdadero motor viene a ser la defensa de la vida. Porque la vida es un milagro, porque la vida no se compra, porque la vida se nos escapa, porque es el bien mayor. Y lo demuestra lo evidente."

miércoles, 25 de enero de 2017

Famélica, más un retrato que una crítica

Título: Famélica. Autor: Juan Mayorga. Compañía: La Cantera. Dirección: Jorge Sánchez. Intérpretes: Juanma Díez, Xoel Fernández, Mabel del Pozo y Aníbal Soto. Voz en off: José Coronado. Diseño sonoro e iluminación: Maykel Rodríguez. Escenografía: Carmen Lara Cuenca. Lugar para verla: Teatro del Barrio (Madrid).
Juan Mayorga, con Famélica, lanza el grito trascendental de “el rey está desnudo” para desmitificar los mitos y los ritos, el lenguaje y sus retóricas, las posturas y las imposturas, los desencuentros y las fragmentaciones, los individualismos y los acuerdos interesados de una clase dirigente (contextualizada en el universo de una empresa, pero que puede trasladarse a las organizaciones de izquierda más bien) que nunca va morir por el pueblo.
            Famélica, obra que nació como una “creación a ciegas”, a partir de la colaboración entre Mayorga y la compañía La Cantera, a cuyo frente se encuentra Jorge Sánchez, fue creciendo poco a poco con las aportaciones, las imaginaciones, las ocurrencias, las filosofías, las anécdotas, los análisis de la realidad, las referencias literarias e históricas y muchos otros hilos de unos y de otros, hasta convertirse en el valiente texto que firma el autor.
            Es el espectador quien debe ir tejiendo el mundo evocador que se representa y quien tiene que dar sentido crítico a lo que se cuenta en escena, al tiempo que hila en un solo ovillo las hebras que surgen de diferentes madejas argumentales. Habrá quien piense que Famélica supone un demoledor ataque a los partidos y grupos de izquierda, que, de tanto mirarse al ombligo, jamás logran desarrollar una idea práctica que beneficie a la gente. Quizá esa lectura sea una caricatura y la realidad se vea desde la farsa. Sin embargo, ese primer plano social no debe oscurecer otros, en los que el individuo, ególatra y egoísta, es incapaz de contemplar un horizonte con ideales y un punto ético. El rey (el grupo) está desnudo y habita en un nihilismo que no da pie a la esperanza. La famélica legión seguirá siendo famélica y no más que una imagen que ondea en un himno.
            Esta obra, con sus inicios de creación colectiva pero devenida un texto con profundidad filosófica y desparpajo lingüístico, me recuerda en cierto modo a las de los Monty Python, que sintetizaron en clave de humor la idiosincrasia de muchas banalidades.
            Bien cortados están los personajes que se multiplican y a los que dan vida Juanma Díez, Xoel Fernández, Mabel del Pozo y Aníbal Soto, en un extraordinario trabajo interpretativo, pleno de registros cambiantes, haciendo cómico lo que en el fondo es más serio de lo que parece. El director, Jorge Sánchez, es el demiurgo que está entre el autor y la escena; no se le ve pero se le siente; él ha sido capaz de hilar fino para que el inestable equilibrio entre la realidad del concepto y la apariencia no caiga por ningún terraplén, pues el equilibrio se sustenta en que esta no es una obra de humor, aunque haya humor, ni ácida, aunque haya acidez, ni mordaz o caricaturesca, aunque se intuya la crítica. Muy bueno su manejo teatral para que el ritmo no decaiga, donde el movimiento de los actores es de suma importancia en un espacio pequeño y con una escenografía funcional pero suficiente para crear los diversos contextos.
Con Juan Mayorga en el Teatro del Barrio

         Famélica, representada en el Teatro del Barrio, en Madrid, es una apuesta la mar de interesante, que debiera tener un largo recorrido por los escenarios a partir de su base de lanzamiento en el recoleto teatro de Lavapiés.